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HYPARCO.

No, mísero Edipo;

A impulso del dolor y la sorpresa
Cayó desvanecida; mas tu esposa...

EDIPO.

¡Quién, la esposa de Layo!..

HYPARCO.

No lo temas:

Jamás Yocasta aborrecerte puede;
Y antes mas bien compartirá tus penas.

EDIPO.

Nadie... nadie... ¿Y mis hijas? ¿ y mis hijas? ¿Me las roban tambien ?.. Dejad siquiera, Dejad que las estreche entre mis brazos Una vez, solo una!.. es la postrera.

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Soy su padre, su padre... y ya en la tierra

No me queda otro bien !

HYPARCO.

Cálmate, Edipo...

EDIPO

Hijas mias!.. Ninguna me contesta.

¿Quién os detiene, quién? ¡ Hasta el consuelo

De abrazar á mis hijas se me veda !..

(Dirigese EDIPO al palacio; y al pasar por enfrente el Panteon, vuelve acaso la vista hácia él, suspéndese con asombro, y despues de cavilar unos instantes, dice con el mayor abatimiento:)

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Huye, infeliz, del tálamo y del trono ...» Ya lo sé, justo rey... en paz te queda.

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ACTO CUARTO.

ESCENA I.

EDIPO, DOS NIÑAS, HIJAS SUYAS.

(EDIPO aparecerá vestido noblemente, pero con sencillez y sin diadema estará apoyado contra una de las columnas del pórtico del palacio, mientras sus hijas colocan guirnaldas y flores en un ara, que se hallará situada en el mismo pórtico.)

EDIPO.

Así, hijas mias, coronad de flores
El ara antigua de los Lares patrios,
Como postrer ofrenda y sacrificio
Del triste Edipo. pronto á abandonarlos...
Mediando vuestra cándida inocencia,
El voto á las Deidades será grato ;
Que vuestro infeliz padre el ara santa
No osa tocar con sus sangrientas manos.
¡Cuán tremenda, gran Jove, es tu justicia,
Cuán tremenda!.. Yo humilde y resignado
La adoro, y me someto á sus decretos

Sin

que salga una queja de mis labios;

Mas dígnate volver, Dios de clemencia, ::
Los ojos é este padre desdichado;
Y acogiendo piadoso su plegaria,
Dale ese alivio en tan mortal quebranto!..
No te pido por mí... para estas hijas

Del alma mia tu favor demando;
Para estas hijas, tiernas, inocentes,
Dignas, buen Dios, de tu divino amparo...
Protege su horfandad; por el sendero
De la santa virtud guia sus pasos;

Y aparta de sus sienes las desdichas
Que afligen á su padre desgraciado!..

Mas, ¿qué es eso, llorais ?.. Ismenia amada,
Antígone, mi vida... aquí, á mis brazos
Venid; no os aflijais... ved que hasta el alma
Me penetra, hijas mias, vuestro llanto!..

(Siéntase al pie de una columna, abrazado con sus hijas, y queda suspenso unos instantes.)

Mirad que vuestra madre debe en breve
Volver; y si os encuentra en ese estado,
Vais á afligirla mas... No, prendas mias,
No aumenteis su dolor y su quebranto;
Que harto infeliz es ya!... Sed su consuelo;
Aliviadla en sus penas; esforzaos
A hacerle llevaderas las desgracias

Que vuestro infausto padre le ha causado!..
Si me amais, hijas mias, yo no exijo
Mas prueba de vosotras, ni os encargo
Nada mas... ¿Lo ofreceis?.. Lleve á lo menos
Esa dulce esperanza al separarnos;

Y el cielo en su bondad me dará fuerzas
Para sufrir mi triste desamparo!..

s;

Sí, hijas mias, mirad á vuestra madre
Cual un Dios tutelar: á sus mandatos
Mostraos siempre dóciles, sumisas
Pagad tantos desvelos Ꭹ cuidados
Con ternura y amor.. Y si algun dia
La veis mas afligida ; si al miraros,
La memoria infeliz de vuestro padre
La cubre de amargura... en vuestros brazos
Estrechadla, y decidle: «él os amaba

Mas que á su corazon; fué desgraciado
Aun mas que criminal... compadecedle;
Que al fin es nuestro padre...» El cielo santo,
Si así lo haceis, os premie y os bendiga,
Y os colme de ventura largos años!..

ESCENA II.

EDIPO, YOCASTA, SUS HIJAS.

YOCASTA (al salir).

Edipo....

EDIPO.

Id, hijas mias; que no os vea

Vuestra madre llorar....

(EDIPO se separa de sus hijas, que vuelven á dirigirse al ara, y él

se acerca á YOCASTA.)

¿Hablaste al pueblo?

YOCASTA.

Apenas fué preciso: su zozobra

Y dudosa inquietud duró un momento 0;
Y al saber tu intencion, la piedad sola
Halló cabida en su agitado pecho:
Tú mismo con placer y con ternura
Hubieras escuchado sus acentos,
Que con ayes y lágrimas mezclados,
Nunca fueron tan vivos y sinceros.
En medio de tu pena y amargura
Debes llevar, Edipo, ese consuelo :
No la pérdida sienten de un rey justo;
Lloran á un padre, cariñoso y bueno ;
Y mirando cual propia tu desgracia,
En tu favor imploran á los cielos...
¿Te enterneces, Edipo?... Si los vieras
Preguntarme por tí, cercarme inquietos,

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