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ACTO SEGUNDO.

ESCENA I.

EDIPO, HYPARCO, PUEBLO, Coro.

(Saldrá gran número de Tebanos, dirigiéndose al Panteon de los reyes, con pebeteros humeando, vasos sepulcrales, ramos de ciprés, etc. Entre tanto, al son de una música grave y patética, cantará el coro los siguientes versos; é inmediatamente despues se presentará en la escena EDIPO, acompañado de нYPARco, y cesará el canto.)

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¡Qué tristeza tan plácida y suave
Hoy por primera vez disfruta el alma,
Tras la afanosa lucha y agonía

Que mi sensible pecho atormentaba!...
¿ Oyes, Hyparco amigo?..... Esos acentos
Que hasta los mismos cielos se levantan,
Y llevando las súplicas del hombre,
El rigor de los Númenes aplacan ;
El inmenso concurso de cien pueblos

Sumisos precediendo á su monarca,
Y en la mansion entrando de la muerte
Con temor santo y religiosa planta;
El confuso murmullo, los sollozos,
El llanto de ternura y de esperanza,
La vista de los males que se alejan,
Paz y consuelo en mi interior derraman.-
¡ Bendita tu bondad, bendita sea,
Supremo Dios del mundo! Y si te agradan
Los votos de los míseros mortales,
Que ansiosos cercan las divinas aras;
Si el llanto de millares de inocentes
Un crímen solo á redimir alcanza,
Y la sangre de un pueblo desdichado
Consiguió ya borrar la enorme mancha;
Dígnate apresurar, Dios de clemencia,
El término feliz de tantas plagas,
Y los ecos de muerte trocaremos
En cánticos de gloria y de alabanza!
Seguid, hijos, seguid: con vuestras voces
Procurad aplacar la Sombra airada
Del mejor de los reyes, entre tanto
Que yo penetro en la tremenda estancia:
Al pie de su sepulcro, entre las tumbas
Do mil héroes y príncipes descansan,
Tal vez de la verdad la voz severa
Llegará á los oidos de un monarca ;
Que al pisar los umbrales de la muerte,
El poder tiembla y la lisonja calla.

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(Mientras EDIPO haya estado diciendo los anteriores versos los Tebanos habrán salido sucesivamente del Panteon, donde habrán dejado las ofrendas, y se hallarán ya distribuidos en grupos por la escena. En cuanto se va EDIPO, vuelve á empezar la misma música, que acompañó antes el canto.)

ESCENA II.

HYPARCO, PUEBLO, CORO.

CORO.

Aplaca,
, rey augusto:

Aplaca ya tus Manes ;

Y escucha de tus hijos

Las tristes voces y sentidos ayes!

(Cada una de las cuatro estrofas siguientes deberá cantarse á una

voz sola.)

ESTROPA I.

Al pie de tu sepulcro

Te imploran como á padre,

Con llanto de sus ojos

Borrando los regueros de tu sangre.

ESTROFA 11.

Si blando á la clemencia

Te halló siempre el culpable,

Millares de inocentes

De un solo crímen el indulto alcancen.

ESTROFA III.

Las Furias del Averno

Se vengan implacables :

Un rey cuando perdona

Se asemeja á los Dioses inmortales.

ESTROFA IV.

A tí los tiernos niños,

A tí las tristes madres,

A tí tu pueblo todo

Piedad demanda en tan amargo trance.

CORO.

¡ Piedad, piedad, ó Layo!...

(Al llegar á este punto, óyese un ruido sordo de pisadas, y los Tebanos sorprendidos suspenden el canto : ábrense con estruendo las puertas del Panteon, y sale EDIPO despavorido).

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Querido Edipo, á tu mejor amigo,

A tu segundo padre?... Calma, calma

Tan ciega turbacion...

EDIPO.

Dejadme todos:

Mi propia angustia y mi dolor me bastan.

(Desde este punto empiézase á dispersar el pueblo, hasta dejar solos en la escena á EDIPO y á HYPARCO.)

HYPARCO.

¿Ves, Edipo?... Tu pueblo, que en sus males Con tu sola presencia respiraba,

Y cual á tierno padre á tí acudia
Lleno de amor á compartir sus ansias;
Ese pueblo leal que por tí diera
La sangre de sus venas mas preciada,
Y á costa de su paz y de su dicha
La quietud de su príncipe comprara ;
Triste, afligido, entre mortales dudas,
Sin concebir de tu rigor la causa,
Se aleja con dolor, y apenas osa
Volver el rostro á su infeliz monarca...
¿No me escuchas, Edipo? ¿Y desde cuando
Desoyes con desprecio mis palabras,
Que en tiempo mas dichoso cual de un padre
En tus oidos siempre resonaban?
Escúchame, hijo mio : y si los Dioses
Por culpa nuestra su vigor agravan ;
Si nuevos infortunios y desdichas
A Tebas y á sus hijos amenazan;
Descarga en mi amistad, en mi cariño,
El grave peso que tu pecho embarga,
Y ya que remediarlas no podamos,
Unidos lloraremos tus desgracias.

EDIPO.

(Como volviendo en sí.)

Hyparco!...

HYPARCO.

Sí; yo soy: ¿no me conoces ?

Tu viejo Hyparco soy; quien en tu infancia
Tus vacilantes pasos conducia,

Quien desde niño te imprimió en el alma
Amor á la virtud, horror al vicio,
Y respeto á los Dioses... Ven, descansa

Tu frente en estos hombros, que otras veces

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