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Y dí á la cantora

Neera que vuele,

Y ungidos de mirra
Sus cabellos trence.

Si odioso portero

Te lo estorba, vente;

Que si pendenciero

Me ostenté otras veces,

Ya el cabello cano

Mis fuegos retiene.
No en mis mocedades
Sufriera yo ardiente
Siendo cónsul Planco,
Desaires cual ese.

á ello habia verosimilmente contribuido la inquietud producida por la noticia de la enfermedad que padeció el caudillo romano en España. Asi, la importancia que se dió á su vuelta fue tal, que se acuñó entre otras medallas, una con la inscripcion de Fortunæ reduci Augusti. A lo que se habló sobre la enfermedad que por poco privó de la satisfaccion del triunfo al domador de los feroces montañeses del norte de España, y á la asimilacion que con tal motivo hubo de hacerse entre los destinos históricos de este, y los heróicos ó fabulosos del hijo de Alcmena, alude el poeta con la frase modó dictus petiisse, Herculis ritu, laurum venalem morte. Los mas de los intérpretes ordenaron mal la construccion de este periodo.

V. 3. Hispaná repetit. . En esta espedicion á España domó Augusto a los cántabros, pero todavía despues del regreso de este príncipe á Roma en 730, volvieron á sublevarse, é hicieron necesaria á poco la espedicion de

Agripa, de que hablé en las notas al verso veinte y dos de la oda octava de este libro.

V. 5. Unico gaudens mulier marito... La dama aqui designada era Livia Drusila, hija de Livio Druso, y cuarta muger de Augusto. Varios comentadores pensaron que la perífrasis de « muger que no gusta mas que de su marido,» contenia ó un elogio vulgar á Livia, ó una censura indirecta contra las señoras romanas; y no parece en efecto que deberian ellas distinguirse mucho por su celo conyugal, cuando de esta cualidad se hiciese un título de alabanza para la primera matrona del Estado. Por mí creo que el adjetivo único no espresa aqui esclusion, sino preferencia. Todavia hoy decimos, es un hombre único, del que se distingue por una ú otra alta cualidad; y en este sentido hubo de emplear nuestro poeta la palabra que ha dado lugar á tan largos y poco exactos COmentarios.

V. 6. Prodeat... O salga en público y asista á la procesion,» ó «salga á recibirle. »

Justis operata Divis... «Despues de haber hecho un sacrificio á los dioses, justos por haberla restituido su marido,» ó por haberle hecho triunfar de los enemigos del imperio.

V. 7 Soror clari ducis... Octavia, hermana de Augusto, siendo viuda de Cayo Marcelo, se casó con Marco Antonio, de quien no recibió mas que humillaciones y desaires. Vengólos completamente Augusto, y no es estraño por tanto que figurase ella detrás ó al lado de la emperatriz, en las fiestas con que se celebraba el regreso del respectivo esposo y hermano.

V. 8. Suplice vittâ... La toca ó monjil, que en casi todas las ceremonias religiosas llevaban las mugeres casadas. El poeta las exhorta á acompañar á la emperatriz y su cuñada, en la procesion que debia hacerse despues de los sacrificios.

V. 11. Jam virum expertæ... Sobre estas palabras se han hecho muchas observaciones, terminadas siempre cou la propuesta de variantes. Yo por mí nunca he visto dificultad en la inteligencia del pasage, ni oportunidad en

las correcciones, de que por infundadas é inútiles no creo deber dar cuenta á mis lectores.

Malè ominatis... «No pronuncieis palabras infaustas ó de mal agüero. » Sabido es que se recomendaba en los sacrificios decir buenas palabras, bona verba fari, ó favere linguis. Véanse las notas á la oda primera de este libro. Otros leen ab ominatis, ó nominatis, por evitar el hiato.

V. 14 y 15. Nec tumultum, nec mori per vim metuam... Es decir, «no temeré guerras civiles ni estrangeras. » De vuelta de la espedicion á España, cerró en efecto Augusto el templo de Jano, que ya cerrára por primera vez cinco años antes, despues que la muerte de su cuñado Antonio y de Cleopatra dió la paz al mundo agitado.

V. 17. I, pete unguentum... La pieza toma desde aquí un carácter alegre. Desde el principio se observaba que el plan del poeta no era celebrar la reduccion de los cántabros, ni la vuelta de Augusto, de un modo correspondiente á la grandeza del objeto. Se disponia solo á celebrarla bebiendo y cantando, y hé aquí por qué no se encuentran desde luego en la pieza el entusiasmo y la dignidad que echan menos algunos críticos, olvidando que á insignes poetas es permitido á veces cantar en este tono grandes acontecimientos,

V. 18. Et cadum Marsi... «Vino tan añejo, que se acuerde de la guerra de los marsos,» es una exageracion ó una broma, pues no seria potable un vino de sesenta

y

ocho años, y no tendria menos el que existiendo en 662, en que empezó la guerra conocida en la historia de Roma con los nombres de marsa, social ó itálica, durase hasta 730, en que volvió Augusto de la espedicion á Cantabria.

V. 19. Spartacum... Diez y siete años despues de la guerra marsa, Espartaco suscitó otra, que, aunque coincidiendo con triunfos señalados obtenidos por las armas romanas en Asia, en España y en Macedonia, reveló los gérmenes de destruccion que la república abrigaba ya en su seno. En 689, un hombre llamado Espartaco, que apresado como guerrillero, habia sido vendido como esclavo, se hallaba en Capua con otros de su clase en una

escuela de gladiadores, que habian concebido un proyecto de evasion. Cuando la autoridad, instruida del designio, se preparaba á frustrarlo, se puso Espartaco á la cabeza de setenta y cuatro de los mas resueltos, forzó las puertas de su prision, se apoderó de porcion de armas que encontró al salir de la ciudad, ó arrebató á la tropa encargada de perseguirle, y reforzado en breve con multitud de perdidos, atacó y deshizo al pretor Claudio, y osó desafiar todo el poder de Roma. Varinio, que reemplazó á Claudio, no tuvo mejor suerte que este; y deshecho en varios encuentros, perdió las fasces, insignia de su dignidad, que desde entonces hizo llevar delante de sí el gladiador osado, caudillo ya de un ejército de setenta mil hombres Las miras divergentes de los gefes de las diferentes fracciones que lo componian, y el deseo que los de mas influencia mostraron de volver á sus respectivos paises, decidieron á Espartaco á encaminar sus desordenadas huestes à la Italia septentrional; pero en el camino, las de los germanos, capitaneadas por hombres díscolos y groseros, fueron atacadas y deshechas por los cónsules Gelio Poplícola y Cornelio Léntulo. A pesar del vacío que dejó en las filas de Espartaco la derrota de sus insubordinados tenientes, revolvió él sobre los cónsules, los desbarató sucesivamente, hizo lo mismo en seguida con los pretores Manlio y Casio, y caminando sobre montones de cadáveres, logró penetrar hasta las orillas del Pó. Instigado por una soldadesca feroz, engreida con tantos triunfos, volvió luego Espartaco sobre Roma, y aunque le alejaron de allí la actitud de la ciudad, y la prisa con que se organizaron seis legiones, siguió su

ODE XV.

IN CHLORIM.

Uxor pauperis Ibici,

Tandem nequitiæ fige modum tuæ,

carse,

marcha al mediodia, y deshizo las tropas del nuevo pretor Craso, mandadas por su teniente Mummio. El pretor mismo se puso á la cabeza de otras mas decididas; pero en vano habria pretendido luchar con el envanecido y afortunado aventurero, si las disensiones de los gefes de las divisiones galas no hiciesen tan crítica en la Lucania su situacion, como poco antes la habian hecho al pie del Apenino las exorbitantes pretensiones de la division germana. En tal apuro, resolvió Espartaco pasar á Sicilia, y lo habria verificado, si á Brindis, donde pensaba embarno llegase á la sazon Lúculo, que volvia vencedor del mas poderoso monarca del Asia. La indisciplina de los esclavos obligó en fin á Espartaco á aventurar una batalla en el valle de los Hirpinos, y la perdió, y en ella la vida, con lo cual fueron desapareciendo sucesivamente los cuerpos de su ejército que sobrevivieron á aquel desastre. Cerca de tres años de correrías desde la estremidad meridional de Italia hasta las fronteras de la Galia transpadana, autorizaban á Horacio para dar á Espartaco el epiteto de vagans, como le autorizaban los saqueos que durante aquel periodo sufrió la península toda, para dudar que hubiese escapado de manos de aquellos bandidos un solo tonel de vino.

V. 22. Myrrheum crinem... « Cabello perfumado con mirra.» Algunos leyeron myrteum, y entendieron un cabello de color entre negro y rubio; otros murreum etc.

V. 28. Consule Planco... Lucio Munacio Planco fue cónsul en 712, y Horacio, de edad entonces de veinte y tres años, estaba sirviendo todavia en el ejército capitaneado por los matadores de César.

ODA XV.

CONTRA CLORIS.

De Ibico el desventurado

Pon, arrugada consorte,

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