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tampoco la Compañía de Ribera debia representarla miéntras no moderase otra cómica el infausto deseo de parecer niña. Pero entre tanto la comedia se iba estudiando, y el autor anunciaba en silencio un éxito infeliz, que se hubiera verificado, si otro incidente no hubiera sobrevenido á disipar sus temores. Fué necesario restablecer de nuevo el manuscrito y solicitar la aprobacion superior; pero no se pudo obtener (1): el autor recogió su obra, y agradeció (2) la desaprobacion del juez, que le libertaba de la del patio.

En el año 1790 (3) todo se halló fácil para que esta comedia viese la luz pública. Los censores aplaudieron el (4) objeto moral, el artificio poético, la imitacion de los caracteres (5), el lenguaje, el estilo, la versificacion: todo les pareció digno de alabanza. Así varían las opiniones acerca del mérito de una obra; y tan opuestos son los principios que se adoptan para examinarla, que á pocos meses de haberla juzgado unos perjudicial y defectuosa, otros admiran su utilidad, y la recomiendan como un ejemplo de perfeccion.

El público, supremo censor en estas materias, oyó la comedia de El Viejo y la Niña, representada por la Compañía de Eusebio Ribera, en el teatro del Principe, el dia 22 de Mayo de 1790. Aplaudió, si no el acierto, la aplicacion y los deseos del autor, que daba principio á su carrera dramática con una fábula en que tanto lucen la regularidad y el de

coro.

(1) Todo lo que desde el punto precede á este número está borrado en el autógrafo, donde se lee de otra letra: El Vicario eclesiástico no quiso dar la licencia que se necesitaba para su representacion.

(2) Borradas las palabras y agradeció, y sustituidas con el gerundio agradeciendo, escrito de otra letra.

(3) Borrado: escrito de otra mano encima: Pasaron otros dos años y.

(4) Borrado el artículo el: y añadido de otra letra esto: la regularidad de la fábula, el.

(5) Añadido de otra letra: la gracia cómica.

Juana García desempeñó el papel de Doña Isabel, supliendo con sus pocos años, su agradable voz, la expresion modesta del semblante y la compostura de sus acciones, otras cualidades que exigen los inteligentes en el dificil arte de imitar los caracteres y los afectos. Manuel Torres, uno de los sy mejores cómicos que entónces florecian, mereció general aplauso en el papel de Don Roque, y Mariano Querol supo fingir el de Muñoz con tal acierto, que puede (1) quitar al más atrevido la presuncion de competirle (2).

En la coleccion dramática, que se publica en Venecia con el título de Anno Teatrale Veneto (3), se hallará una traduccion que hizo de esta comedia Don Pedro Napoli-Signorelli, actual secretario del Ministerio de la Marina de Nápoles (4), insigne literato italiano, autor de la Historia crítica (5) de los teatros y de otras obras de historia, crítica (6) y erudiċion, que juntamente con las (7) composiciones dramáticas que ha dado (8) á luz, le han adquirido (9) la estimacion de los inteligentes.

(1) Corregido por otra mano: pudo.

(2) Entre éste párrafo y el siguiente hay este otro en el original autógrafo, borrado, quizás por incompleto: «Esta comedia se ha repetido en los teatros de Madrid, y ha producido hasta ahora á las Compañías...>> (3) Borrado, y de otra letra : Teatro applaudito.

(4) Borradas las nueve palabras que siguen al apellido Signorelli. (5) Borrada esta palabra.

(6) Borrada la historia.

(7) Borrado el las, y sustituido con algunas, de letra diferente.

(8) Borrado el verbo: sustituido con el pretérito simple dió, escrito

de otra mano.

(9) Borrado el pretérito, y sustituido con el simple adquirieron, escrito por otro que el autor.

NOTAS.

Act. 1.o (1), pág. 1.a

Comunmente se dice que hay tres clases de fábulas cómicas, á saber: de enredo, de carácter y mixtas. Es comedia de enredo la que abunda en accidentes inopinados, que varían la suerte de los personajes, sostienen el movimiento de la accion, y la desatan. Comedia de carácter es aquella en que todos los interlocutores, obrando segun el carácter conveniente que les dió el poeta, segun las pasiones é intereses que son verisimiles en ellos, causan la accion, su progreso, nudo y catástrofe. Ambos géneros necesitan accion (porque sin ella no hay drama); la diferencia está en que la del primero se apoya en casualidades imprevistas, y la del segundo en los afectos y opiniones humanas.

¿Estriba el artificio de la fábula en el error de un nombre, en el hallazgo de un retrato, de un papel, en una semejanza de semblante, de traje, de estado? Llámese comedia de enredo, porque los incidentes de que se forma la accion son efectos inesperados de la casualidad. Pero si es un criado astuto, una criada embustera, un chismoso, un hipócrita, una dama desenfadada y libre, un amante atrevido, los que intervienen para urdir la maraña cómica, valiéndose de disfraces, escondites, cartas, imposturas y otros ardides aco

(1) El acto 1.o de El Viejo y la Niña principia en la página señalada con este número 1 en la primera edicion (Madrid, oficina de D. Benito Cano, año de 1790), y en la segunda (Madrid, en la Imprenta Real, 1795). A esta edicion se refieren las notas que se imprimen ahora por primera vez. En la que hizo la Academia Real de la Historia, este acto 1.o principia en la página 7 del tomo II, parte primera.

modados á su intento; aunque la fábula resulte muy artificiosa, no dejará de ser una comedia de carácter, por cuanto el de estos personajes produce la accion, la complica y la desenlaza.

Sin caracteres puede haber comedia de enredo; pero comedias de carácter, sin él, no pueden existir; entendiéndose por enredo la ficcion de un suceso posible, que interese al auditorio y le mantenga en suspension y en duda hasta que el drama se finaliza. De aquí es que no parece necesario extender á tres clases la fábula cómica, pues la que llaman mixta viene á ser lo propio que la de carácter, suponiendo que en ésta debe unirse, á la disposicion artificiosa de un caso verisimil, la pintura del genio, los afectos y expresion peculiar de los personajes que se introducen. Por este doble estudio se hace más dificil la comedia de carácter, y nadie ha dudado hasta ahora que es preferible á la de solo enredo.

Calderon y los que le imitaron, atentos á complicar sus fábulas por medio de incidentes mil y mil veces repetidos, ingeniosos, inopinados, convenientes y cuasi nunca verisímiles, dieron á la comedia de enredo el mayor grado de perfeccion que pudo admitir; pero esto mismo les apartó del conocimiento é imitacion de los caracteres. Las figuras que pusieron en el teatro, todas tienen movimiento, es verdad; pero todas carecen de fisonomía. Así era preciso que sucediese y los que han creido que sea posible juntar en una obra las prendas sobresalientes de Calderon y de Molière manifiestan demasiada ignorancia del arte. Los buenos › poetas (dice Luzán, en su Poética) han compuesto muy po› cas obras dramáticas, y éstas con mucho estudio y trabajo, >>contentándose con un pequeño enredo, y absteniéndose de >sucesos muy largos y muy intrincados, por no faltar á la >verisimilitud; y al contrario, los malos é ignorantes poetas,

libres de este yugo y de otros á que la observancia de estas reglas obliga, han dado á los teatros centenares de co>medias. >

La de El Viejo y la Niña, y las demas que componen esta coleccion, no son de enredo, sino de carácter, y es perder el tiempo juzgarlas bajo de otros principios. El autor eligió, de las dos clases de fábula, precisamente la más difícil, la que han practicado los mejores maestros, la más conforme á la verdad de la naturaleza, la más conducente á desempeñar el objeto de la poesía dramática: instruir deleitando.

Pero ¿tienen estas comedias toda la accion que basta, ó carecen de ella? Existe un error demasiado comun, sostenido por los que, resumiendo en sí la autoridad censoria de las obras dramáticas, quieren que su decision sea más poderosa, más segura que la del numeroso auditorio que las juzga en la escena. Con una Poética en la mano (que se aprende de memoria en pocos dias, y con muchísima dificultad se entiende), examina un literato el mérito de cualquiera comedia; y si falla en el supremo tribunal de su melancólico entendimiento que la pieza no tiene accion, en vano es decirle que su opinion es temeraria porque todo el público la contradice. No importa: él es un sabio, él ha leido la obra, no necesita verla; en su cuarto, no en el teatro, mide y tasa las perfecciones y defectos de una composicion que se hizo precisamente para el teatro, y no para su angosto estudio; para muchos, y no para él. Pues él solo tiene razon, y los otros yerran: hacen muy mal en irla á ver, y peor en aplaudirla; si lloran ó se rien con ella, manifiestan su indocta sensibilidad; y si hubiese en ellos una sola partícula de los sublimes conocimientos que á él le adornan, se guardarian muy bien de aplaudirla, de llorar ni reir.

En la representacion de un drama no se perciben muchas faltas, que la lectura y la meditacion descubren; pero hay

T. I.

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