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lini, especie de macarrones; codegnini de Módena, embuchado, que se lleva tras sí los dedos; mucho vino de Cypro, Málaga y sorbetes. El populacho de birriquines aúlla entre tanto por la parte de afuera, hasta que se abren las ventanas, y empieza á caer sobre él una gran lluvia de panecillos, á que sigue despues otra de dinero en monedas menudas, concluyendo la funcion con fuente de vino, del cual llenan á porfia cubetos y cacharros, con grandes voces, empujones, puñadas y garrotazos, que dan los alguaciles en los pucheros luego que están llenos, sin duda para mantener el órden público. La fiesta de la Porchetta, que se celebra el dia de S. Bartolomé, es la más famosa de todas. Se hace una gran valla en la plaza, delante del palacio del Legado, con algunas graderías, donde se acomoda la gente que gusta ver más de cerca la funcion: fórmanse en escuadron, ó en ovillo, ó en laberinto, las milicias de á caballo, acaudilladas por el capitan Giraldi, hombre de aquellos á quienes, si se les mira á la cara, no se les puede prestar, ni áun sobre prenda, seis maravedís. Su tropa es de lo más gracioso que en mi vida he visto; pero sería mucho episodio pintar la figura de los soldados, sus desastrados uniformes, sus armas y arreos, y sobre todo, la flaqueza, la caducidad y derrengamiento de sus caballos: baste decir que, aunque no lo parecen, lo son en efecto, segun me aseguró el citado Giraldi, hombre que no dirá una cosa por otra si le frieran vivo. Esta tropa y los alguaciles contienen los ímpetus del agitado vulgo. Ciérranse las puertas de la ciudad, l'énase de populacho birriquin la gran plaza de San Petronio, corónanse los balcones de hermosuras boloñesas, blancas por naturaleza, coloradas por arte, habladorcillas, bufonas, ojinegras, muy abultadas de pañuelo; pero (¡ qué lástima !) no corrisponde

aquel che fuori appar quel che s'asconde.

Sale al balcon el Eminentísimo Legado, é inmediatamente empiezan á tirar sobre los birriquines pollos, pichones, gallinas, capones, patos, ánades, pavos, carneros, etc., y por último, una puerca cocida y hecha trozos, que es el objeto principal de la funcion: acabado esto, el Eminentísimo. arroja un bolsillo de terciopelo, en que hay diez ó doce escudos; le agarra el que puede; su Eminencia se retira, suenan las trompetas, y desfilan las tropas del capitan Giraldi. La diversion de este espectáculo consiste en ver una multitud de pillos que se amontonan de aquí y de allí, se acachetean, se desgarran, se desgreñan, se ensangrientan y desfiguran por coger lo que cae de arriba; en ver cubrirse de plumas el suelo y el aire, y destrozar á aquellos animales con ligereza increible, dejando en manos de la plebe feroz sus miembros, que ahuman palpitantes aún y sangrientos; en ver, cuando van á coger los pedazos de la porchetta, cómo les vuelcan encima una marmita del caldo en que se ha cocido; en ver la gracia con que su Eminencia, al tiempo de tirar la bolsa, hace ademan de inclinarse á una parte, y luégo á otra, y á otra despues, cuyo movimiento sigue la apiñada multitud que la está esperando; y en ver, cuando la ha tirado, la prontitud con que se apoderan los alguaciles de ella y del dichoso birriquin que logró agarrarla, y cómo le llevan en volandas á la cárcel, que es el único medio que se ha discurrido para que sus compañeros no le maten y despedacen por quitársela. Todas estas scenas son, sin duda, graciosísimas, y dan lugar á mil reflexiones; pero si he de hablar en puridad, lo único que me gustó de toda la fiesta fué la tropa del capitan Giraldi.

Estos birriquines son diestrísimos en raterías y dotados de una agilidad de piernas maravillosa: no hay pañuelo, ni abanico, ni caja que resista á su poderosa atraccion, y áun los sombreros no van seguros en la cabeza: agarran la pre

sa y echan á correr, que no hay galgo que los alcance; y á esto se añade que la gente no se interesa demasiado á favor del particular á quien acaba de despojar el pillo. El egoismo, dios de Italia, no les permite accion ni movimiento que no se encamine directamente al interes personal; y áun he observado que en todo lance de robo ó asesinato, más se compadecen del agresor que del paciente; siempre es el pícaro el que merece el título de pauvrin. El año de 95 cayó en Bolonia hasta una vara y media de nieve; fué necesario abrir las calles para el paso de la gente y los coches. ¿Juzga mi lector que los birriquines se ocuparon en esta operacion? Nada menos que eso vinieron del campo una multitud de labradores con picos, palas y carros; trabajaron quince dias en desembarazar la ciudad, y entre tanto los birriquines, desde los pórticos, estuvieron presidiendo á la maniobra, cruzados de brazos, con sus gorros tiznados y su talego al hombro, rascándose el pescuezo y dando alharidos, porque esto de trabajar es contra la constitucion de todo buen birriquin.

CUADERNO OCTAVO.

GÉNOVA, TURIN, MILAN, MÁNTUA, FLORENCIA, ROMA.

26 de Marzo de 95. Salgo de Bolonia, á la una del dia, con el correo de Parma, y llego á esta ciudad á las dos de la noche. Ajustes de vetturinos: elijo el más hombre de bien de todos ellos, y el más recomendado. Salgo el 27 al mediodia; paso el Taro cercano á Parma; llego al paraje en que me robaron el cofre, entre San Donino y Firenzuola, y doy gracias à S. Antonio, que hizo parecer en toda su integridad mi desastrada guardaropa. Malísima posada en Firenzuola, algo mejor que la de Alcorcon; dolor de muelas; no ceno. Llego el 28 á Plasencia. Algunas calles largas y anchas, piso llano, caserones grandes, pero ningun edificio de consideracion. En la plaza hay dos estatuas ecuestres, de bronce, de Ranuzio Farnese y Alejandro Farnese, célebre general: ambas están llenas de fuego y expresion; pero á mí me pareció mejor la de Ranuzio; la otra es demasiado berninesca hay muchos ropajes, muchos flecos, muchas crines, mucho aire : ambas hacen muy bello efecto en el paraje en que están; los pedestales son de mármol, con bajos relieves y ornatos de bronce. Vi mucha clerecía por la ciudad, y muchos mendigos. Dígase de paso, en honor de la verdad, que los soldados que hallé, así en Plasencia como en Parma, tenian muy buena traza: altos, bien dispuestos, bien vestidos, en nada semejantes á la tropa del capitan Giraldi.

Mi vetturino se finge malo; me engaña á mí, y de camino engaña á otro vetturino más viejo que él, con el cual prosigo mi viaje, atravesando, no sin mucho riesgo, la Trebbia, rio que crece de un instante á otro, y suceden en él muchas desgracias ni éste, ni el Taro, ni otros cinco ó seis que hallé en el camino, tienen puente, y es necesario vadearlos. Si el dinero que se ha gastado en Colorno se hubiese destinado á estos objetos, ¿quién sabe si no sería más amado de sus pueblos el discípulo de Condillac? A tres leguas de Plasencia empieza un terreno quebrado, y el camino es harto incómodo, con baches y lodazales á poco que se humedezca: el que dejo atras desde Bolonia todo es bueno; se pasa por Castel San Giovanni, y se entra en los estados del Rey de Cerdeña. Duermo en Broni. El 29 paso por Voghera, lugarote grande y viejo, y por Tortona, ciudad fortificada. Vi en la plaza una inscripcion española, que no tuve tiempo de leer: se atraviesa despues el rio Scrivia, vadeándole, cuando crece más, en barca, y cuando crece más, de ninguna manera. Llego á Novi, primera poblacion del Genovesado, ciudad bonita, aunque pequeña; buenas casas, buenas calles, limpieza, mucha gente todo anuncia prosperidad. Está situada al pié de los montes, dominando á una hermosa llanura, que se dilata á gran distancia por Poniente y Norte, cerrando el horizonte por estos lados el Apenino y los Alpes: en todo lo que alcanza la vista se ve mucha poblacion.

Dia 30. Luego que se sale de Novi, se empieza á caminar por montaña al fin de una subida se descubre repentinamente el castillo de Gavi á la extremidad de una alta roca, el pueblo al pié de ella, y el pequeño rio Lemo, que va serpeando por un gran valle, coronado de montes ásperos. Sigue el camino, dando grandes vueltas, por cerros incultos, piedras, mármoles desprendidos de la altura, arroyos que bajan golpeando con estruendo, hasta juntarse en cañadas

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