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es la vocería confusa de los combatientes, que unida al ruido de las armas, produce un buen efecto. Pero lo echan á perder cuando durante la batalla tiene que hablar alguno de los personajes sobre el teatro: entonces cesa de repente todo el estrépito, y vuelve de nuevo cuando el actor acabó lo que tenia que decir; y esto, en verdad, es no ménos inverisímil que ridículo. Podrian lograrse ambos fines si el rumor de las armas y voces (sin dejar de continuarle) se figurase á mayor ó menor distancia; y siendo más sordo, cuando lo exigiera la ocasion, daria lugar á que fuesen oidas las personas que hablan en la scena, sin el inconveniente que resulta de interrumpirle.

DECLAMACION Y CANTO.

No hay escuela de declamacion teatral en Inglaterra, como la hay en Francia: así no es mucho que este arte se halle no muy adelantado entre los ingleses. Imitanse los actores unos á otros; pero faltando un plan constante, apoyado en sólidos principios que los dirijan: tal vez se admiten á la carrera del teatro los ménos aptos para ella, ó tal vez los modelos de imitacion que eligen son defectuosos. Esto no impide que alguna vez se hayan visto hombres dotados de un talento y disposicion particular para este ejercicio, que han aprendido sin otro maestro que la naturaleza misma (felicidad concedida á pocos), y que, sin dejar sucesores dignos, han sido, por algun tiempo, la admiracion de Londres: así como en España, donde se ignora qué cosa es buena declamacion, se ha visto, no obstante, una Ladvenant, una Carreras, un Chinitas y un Espejo.

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Garrick fué por muchos años las delicias de esta nacion, y no se repite su nombre sin elogios por todos los que tienen algun conocimiento del teatro. Entre los que hoy viven no puede citarse sin alabanza justa á Mrs. Siddons, actriz de un mérito singular, particularmente en el género trágico. Una presencia heroica, un rostro expresivo, capaz de cualquier afecto, una voz llena, dócil á toda inflexion, grande inteligencia y oportunidad en las aspiraciones, perfecta imitacion del llanto y del gemido, sensibilidad, nobleza en la accion y movimientos, conocimiento exquisito de las situaciones que finge, no ménos cuando habla que cuando escucha; tales son las prendas teatrales que he admirado en ella.

Exceptuando á ésta (que es en efecto una excepcion de todos los demas), diré lo que pienso en general acerca de la declamacion y el canto.

Ántes de todo, es necesario advertir que no se representa tan mal como en España: los defectos de los cómicos ingleses me han parecido ménos absurdos que los de los nuestros; en cuanto á presuncion de hacerlo bien, allá se van todos.

No he notado que en la representacion de las tragedias se haga estudio particular de los grupos y actitudes. La accion con que acompañan la voz, aunque no disparatada, es por lo comun insignificante, acompasada y monótona; los ademanes y el paseo, muy distantes de aquel noble decoro que debe caracterizar á los semidioses trágicos. Todos los actores, por lo comun, gastan un cierto contoneo afectado y fantástico, que ántes excitan con él la idea de un soldado fanfarron, que la de ninguno de los héroes inmortalizados en la historia. Tampoco hallé, ni en las inflexiones de la voz, ni en el gesto, cosa que mereciese particular alabanza.

Lo que se ha dicho sobre la representacion trágica debe

entenderse tambien acerca de la comedia afectuosa y noble. En la farsa tienen más mérito: figura, gesticulacion, trajes, movimientos, posiciones ridículas, todo contribuye á lograr el fin que se proponen, de excitar (por cualquiera medio que sea) la risa del público; y en un teatro donde es harto escasa la delicada gracia cómica de Tartuffe es necesario acudir con frecuencia al saco de Scapin. Lo que son las caricaturas respecto de la pintura en el género gracioso, eso mismo es la representacion de las farsas respecto de la buena comedia. Todo es en ella excesivamente recargado, todo pasa los límites de la naturaleza y verisimilitud dramática, todo hace reir por un instante, dejando sólo en los espectadores de gusto el arrepentimiento de haberse reido. Fácil es de inferir que estos mamarrachos serán las delicias del vulgo inglés; pero, como quiera que la buena comedia no está demasiado conocida en esta nacion, debe advertirse que no es sólo el vulgo el que se entretiene y deleita con ellos.

Lo que se canta en los teatros de Inglaterra se reduce á ciertas arietas ó canciones alegres, de gusto nacional; ni imagino proporcionada esta lengua, ni la medida de sus versos, para aquella sublimidad patética que se admira con razon en la música de los italianos. Tal vez suelen querer apartarse de este género gracioso, y en mi opinion lo yerran : el recitado inglés ha sido siempre insufrible á mis oidos; no sé si á otro que no sea inglés le será agradable. He observado que sus arias nobles y afectuosas tienen todas un carácter monástico y lúgubre, más apto para conciliar el sueño ó conducir un cadáver al sepulcro, que para inflamar al oyente con la imitacion de las agitaciones del ánimo. Los franceses en su música heroica aúllan como desesperados; los ingleses parece que entonan antifonas en un coro de benedictinos.

Dejando, pues, á una parte la música de los semidioses (que no parece concedida á las lenguas septentrionales), diré solamente que las arias y canciones que mezclan los ingleses en sus piezas cómicas, y tal vez en las pantomimas, son por lo comun de un estilo fácil, gracioso y alegre; y éstas, ejecutadas con chiste nacional, tienen mucho mérito á los ojos de cualquier extranjero desapasionado: yo las compararia con las tiranas y seguidillas del teatro español, si no reconociera más inteligencia música en la ejecucion de los actores ingleses. Entre várias actrices de habilidad en este género merece elogio Mrs. Bland por la gracia y viveza natural de su canto, y Mrs. Storace por la delicadeza y sensibilidad con que expresa los afectos más tiernos, dotada al mismo tiempo de una voz sumamente grata el oido. Los ingleses no han prostituido todavía su teatro, admitiendo capones en él, ni envidian esta gloria á Italia, satisfechos con las voces enteras, sonoras y masculinas de sus cantores. ¡Italia, que aunque degollase en un dia todos sus Narsétes, sería siempre la maestra de la buena música entre las naciones de Europa!

HISTORIA DEL TEATRO EN INGLATERRA, EXTRACTADA

DE LA INTRODUCCION QUE PRECEDE Á LA OBRA INTITULADA Biographia Dramatica, or a companion to the Play House. Londres, 1782.

Se cree generalmente que el teatro inglés empezó más tarde que el de las naciones vecinas; pero los que sostienen esta opinion se admirarán acaso al oir hablar de espectáculosdramáticos tan antiguos como la conquista; sin embargo, no hay cosa más cierta, si quiere darse crédito á lo que dice

un honrado monje, llamado Guillermo Stephanides, ó Fitz Sthephen, en su Descriptio nobilissima civitatis Londoniæ, donde escribe: Londres, en vez de las farsas ordinarias propias del teatro, tiene dramas de un asunto más santo; representaciones de los milagros que los santos confesores. obraron, ó de los sufrimientos en que la gloriosa constan›cia de los mártires se manifiesta.» Este autor era un monje de Canterbury, que escribió durante el reinado de Enrique II, y murió en el de Ricardo I, año de 1191; y como no hace mencion de aquellas representaciones como cosa nueva para el pueblo, sino que va describiendo las que comunmente se usaban en su edad, dificilmente podremos fijar su principio despues de la conquista. Y ésta es, á nuestro entender, la data más antigua que ninguna otra nacion de Europa podrá producir acerca de sus representaciones teatrales.

Cerca de ciento cuarenta años despues, en el reinado de Eduardo III, se mandó, por acto del Parlamento, que una compañía de hombres, llamados vagrants (vagabundos), que habia hecho máscaras en la ciudad de Londres, saliese prontamente de ella, á causa de haber representado cosas escandalosas en las tabernas y otros parajes, donde el populacho se juntaba. Ignoramos de qué naturaleza fuesen estos escándalos, si deshonestos y obscenos, ó impíos y profanos; pero es más natural creer lo primero, por cuanto la voz máscara tiene mal significado, y no es de creer que en su infancia fuesen mejores de lo que son hoy dia.

Poco despues de este período se hizo muy comun en toda Europa la representacion de los misterios; pero de un modo tan estúpido y ridículo, que, en particular las piezas sacadas del Nuevo Testamento, más parecian ser compuestas para aumentar el libertinaje y la incredulidad, que para otros fines. Es muy probable que los actores arriba mencionados

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