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idéas, que llamaban de libertad, mientras que otros habian comenzado á percibir el inmenso vacío gubernativo que claramente se encontraba en ellas. Esa pausa de los seis años habia producido la desunion de muchos que antes marchaban de acuerdo, y la diversidad de opiniones que no puede menos de nacer, cuando no existe una comunicacion diaria entre las personas.

Viniendo á la que es primer objeto de estas noticias, hallaremos sus ideas hondamente modificadas con la reflexion, y predominando en ella mayor necesidad de gobierno, mayor carácter de moderacion y templanza. No habia abandonado los principios liberales; no habia perdido la fe en el sistema representativo; no habia imaginado que con este fuese imposible la gobernacion; pero tenia perdido su entusiasmo por la ley de 1812, y juzgaba decididamente que era en ella escasa y mezquina la parte del poder público, siendo por consiguiente obligacion de todo buen diputado apoyar al gobierno dentro de la esfera constitucional, para que pudiese llenar sus deberes, y satisfacer sus importantes objetos. Así, las ideas de órden y de autoridad le tuvieron siempre de su parte, y los instintos disolventes le hallaron de continuo por adversario. Así, los ministros tuvieron constantemente su apoyo en todas las cuestiones esenciales, y se escucharon de su boca, en la sesion llamada de las páginas, aquellas célebres palabras del diputado Manuel : « Defendiendo al gobierno se defiende tambien la libertad. »

Estas palabras, estrañas é inauditas entre nosotros en la época en que se pronunciaron, indicaban un sistema que era la completa condenacion del vigente. Si defendiendo al gobierno se defiende la libertad, es malo y anárquico, sin duda, un órden constitucional esclusivamente inspirado por la desconfianza, y armado desde su primero hasta su último artículo de dificultades y hostilidad hacia los poderes del pais.

Esta posicion en que se habia colocado el señor Martinez de la Rosa debia ir trayendo poco a poco sus naturales consecuencias. La popularidad se desvanecia, naciendo en lugar suyo la hostilidad y los reproches. Inventóse para su moderacion el renombre de pastelería: acusóse su intencion de ir dirigida hasta á modificar el sagrado código: hubo momentos en que la exaltacion patriótica atentó contra su persona misma. El mártir de los seis años fue ya perseguido en 1821 por las turbas que invocaban la libertad, al salir del

palacio del congreso, debiendo su salvacion á la terca audacia de resistencia que siempre ha desplegado y á las autoridades que dirigian en aquellos momentos militar y políticamente esta poblacion.

Entre tanto, habian terminado su carrera las cortes de 1820, dejando caer al primer ministerio, y devorando al segundo con una inconcebible conducta. Ibanse á reunir las cortes sus sucesoras, producto de mas exacerbadas pasiones, nombradas por las sociedades secretas, que invadfan ya plenamente la situacion política del estado, y como muestra de sus ideas y programa de sus obras, habian elegido al general Riego para su primer presidente. No habia ministerio á la sazon, ni se encontraba quienes quisiesen ocuparlo de los que eran llamados por el rey. El conde de Toreno, en el que se pusiera la esperanza, abandonaba la Península, con una prevision de que ya habia dado muestras en 1814. Entonces se indicó al señor Martinez de la Rosa, quien lo resistió primero con mucha resolucion, pero que, cediendo al fin, echó sobre sus hombros una carga para la cual no bastaban ningunas fuerzas. La mision de aquel ministerio era menos gobernar que combatir diariamente con las cortes; y en semejante lucha se ocuparon los individuos que le componian, con todas las desventajas que eran indispensables, en los cuatro meses que duraron ellos y ellas, desde 1o de marzo hasta fin de junio.

En esta época se aumentaron, como era natural, las acusaciones contra el señor Martinez de la Rosa, designándole públicamente como traidor á la ley política, y promovedor de reformas esenciales en su contesto. La verdad es, como hemos dicho antes, que estaba fenecido su antiguo entusiasmo por nuestro sistema constitucional, que conocia sus defectos, y que no se hacia ilusion sobre sus probabilidades de subsistencia. Esto era exacto, y así mismo fácil de conocer. Pero los que, pasando de ahi, le atribuian intenciones de modificar aquel mismo código por medios que en él no estuviesen previstos, ó se equivocaban en su creencia, ó inventaban una suposicion que no tenia el mas mínimo fundamento. No le conocian, y de seguro le calumniaban, los promovedores de tales juicios. Ni durante su diputacion, ni durante su ministerio, ni despues de este, jamas entró en conjuracion alguna, ni interna ni diplomática, para sobreponerse á la constitucion, alterando sus disposiciones. Tal es por lo menos nuestra íntima creencia fundada en datos que creemos irrecusables.

Pero si el ministerio, para volver á nuestra narracion, no conspi

raba entonces contra la ley política, el rey conspiraba contra esta y contra su mismo gobierno. Sus planes, y los de tantas personas como le ayudaban, mal avenidas con la constitucion existente, trajeron la situacion del 30 de junio, la sublevacion de la guardia real, la anarquía de aquella semana, y el 7 de julio por último con todas sus consecuencias.

La conducta del señor Martinez de la Rosa durante estos memorables acontecimientos, aunque variamente juzgada por sus contemporáneos, solo merece elogios y de cierto se los tributará la historia. En tan críticas circunstancias ni un solo punto flaquearon su valor personal, la serenidad de su espíritu, la entereza de sus principios constitucionales, ni su proverbial rectitud. Dictábanle esta y aquellos que su puesto durante la insurreccion debia ser al lado del monarca, y lo fue en efecto á despecho de la prudencia. Preso dentro del palacio mismo en la noche del 6, mientras hubiera podido ejercer desde el ayuntamiento una autoridad fácil, pero ilegal; sucesivamente amenazado é implorado por el rey, segun eran mayores ó menores las probabilidades de triunfo para la mal urdida conspiracion palaciega, el desengañado ministro aprovechó los primeros momentos de la victoria para hacer dimision de un destino que ya no le era posible desempeñar. El antiguo velo estaba rasgado para los que se encontraban cerca del rey en aquellos momentos de combate; y ninguna otra consideracion podia vencer á esta, tratándose de personas respecto á las cuales era un asunto sério, y no un negocio de juego ni de comodidad, la gobernacion del pais. Reservábale empero la suerte una íntima recompensa de su noble proceder en aquel apurado trance: cuatro veces tuvo que repetir su renuncia el señor Martinez de la Rosa porque ni el rey queria admitirla (el mismo que le habia hecho arrestar noches antes!) ni el consejo de estado consentia en que se le admitiese; mas al cabo, su resolucion pudo mas que todas las instancias, y abandonados los negocios públicos, se retiró á considerar desde la vida doméstica la tristísima solucion que en muy rápido progreso iban aquellos presentando.

Mas las pasiones democráticas debian aprovechar la victoria del 7 de julio, y en su triunfo efímero no podia perdonarse á los que legal y constitucionalmente habian querido resistirlas y enfrenarlas. La causa que se formó contra los guardias rebeldes comprendió tambien al ministerio bajo cuya gobernacion se rebelaron. En con

tróse un fiscal á propósito, que, para vengar á la constitucion, se olvidó de lo que preceptuaba esta, y que procedió contra los ministros, por sus actos públicos, como pudiera haber procedido contra el reo militar mas insignificante. Buscóselos, pues, para llevarlos nuevamente á prision; si bien en este caso fueron advertidos con tiempo, y pudieron evitar el injusto cuanto ilegal atropellamiento que se les preparaba. Las mismas cortes, no obstante su hostilidad, se vieron precisadas á reconocer su derecho, y á impedir aquel escándalo.

¡Cuanta materia habia de reflexiones en la vida del señor Martinez de la Rosa! Ningun hombre público de aquellos tiempos presentaba tantas y tan singulares alternativas. El mismo que, arrancado del Peñon, habia entrado en Granada bajo un arco de triunfo, como personificacion del sistema constitucional, era buscado á los dos años en nombre de este mismo sistema, como un enemigo á quien se necesitaba herir de muerte. La corona de la gloria tornábase otra vez en corona de persecucion y de martirio. El poder absoluto le habia hecho su víctima; y ahora estaba en poco que tambien lo hiciese el poder liberal. ¡Cuanta materia, repetimos, para reflexiones, si los partidos políticos que se lanzan en las revueltas fueran capaces de reflexionar alguna vez!

Entre tanto, el destino constitucional concluia la segunda parte de su carrera. El ejército francés se preparaba para invadir la España, y las cortes y nuestro gobierno habian marchado la vuelta de Sevilla. Enfermo á la sazon el señor Martinez de la Rosa, y separado de los negocios públicos, permaneció en Madrid, y no acompañó á sus antiguos compañeros en esta nueva retirada. Pero pronto tuvo él que hacerla por su parte. Instalada apenas la regencia que crearon el duque de Angulema, y los jefes del partido realista, exigió de aquel que reconociese esplicitamente su autoridad. Negóse á ello con la firmeza que en otras ocasiones habia acreditado, y hubo de agradecer muy sinceramente que en remuneracion de su negativa se le diera un pasaporte para salir de los dominios de España. Fortuna suya fue que no se acordasen en aquel momento de los dos años que debia cumplir en el Peñon de la Gomera, y que no le hubiesen destinado á aquel ó á otro presidio, con el aumento de pena para que habia hecho nuevos méritos.

Emigrado el señor Martinez de la Rosa por espacio de ocho años,

la primer regla de su conducta fue el no confundirse con la gran masa de aquellos otros, que habian lanzado en estrañas regiones los sucesos de nuestra patria. No estando él personalmente proscripto por el gobierno español, no quiso mezclarse con los que lo estaban, ni tomar su carácter, ni participar de sus ilusiones y proyectos. Sin renegar del liberalismo, pero tomando esta palabra en un sentido mas lato, mas europeo, que el que se le daba entre nosotros, marcó y señaló bien su diferencia de los que, habiendo sido constitucionales puros hasta el último momento de la lucha, podian ya en aquellas circunstancias apellidarse con mas razon revolucionarios. ÉI no solamente no lo era, sino que llevaba su desvío hasta un punto que se calificaba de afectacion. Suponíase por algunos depender esto de la tendencia aristocrática, de que le acusaban ya desde 1820: quizá habia contribuido tambien la persecucion que sufriera despues de su ministerio por casi todas las personas notables del bando emigrado. Como quiera, el hecho es exacto, fuesen las que fuesen sus causas. En Francia permaneció siempre separado de aquel; y pudo hacer largas espediciones á Alemania, Suiza, Holanda é Italia, donde á otros no les era permitido entrar.

Y no se crea por esto que el señor Martinez de la Rosa habia abandonado la política, ni alistádose en las banderas del realismo transpirenaico. Bástanos decir que concurria asiduamente á los salones de Laffitte y de Terneaux, que habia contraido relaciones con el duque de Choiseul, con el duque de Broglie, con el de Decazes, y aun con M. Thiers, con M. Guizot, con M. Duvergier de Hauranne, con todo lo mas notable y mas escogido de la liberal y ardiente oposicion de 1827 y 1830.

Sin embargo, la vida del señor Martinez de la Rosa fue durante aquella época principalmente literaria. Habian renacido los gustos de su juventud, y la erudicion y la poesía llenaban tan largos y tan desocupados años. Las bibliotecas de Paris fueron su perdurable recréo, apenas interrumpido para esplorar las eternas ruinas de Roma y el magnífico cráter del Vesuvio.

En Paris en 1829 publicó en casa de M. F. Didot la coleccion en cinco tomos de sus obras completas, cuyo análisis no nos parece que es llegado el momento de hacer con la imparcialidad debida. Solo haremos algunas breves reflexiones con ocasion de su drama la Conjuracion de Venecia, no tanto por ser tan notable en sí misma esta

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