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ro examen, aquello cuya bondad ha comprobado la experiencia, desechando la idea de introducir en las leyes el espíritu de filosofismo que acompaña hoy dia á todas las ciencias.

En efecto, si es peligroso adoptar có digos bajo el frívolo pretexto de que perte necieron y fueron obra de pueblos ilustra dos, no lo es menos admitir doctrinas solo porque han sido difundidas por hombres célebres. Del mismo modo és menester no dar crédito tan de ligero á esos escritores que se vanaglorían de filósofos; pues en todas épocas y paises los hombres que han querido que se les tenga por tales, no han sido mas que unos charlatanes ó unos insensatos (99), Elverdadero filósofo es sen cillo y modesto; aspirará este título glo rioso, pero no se do dá él mismo. Sócrates y Caton jamas tuvieron la vanidad de apellidarse filósofos.

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-Diógenes (como dice Tertuliano) hollando con sus pies inmundos la vanidad de Platon, con un orgullo de otra especie; Pitágoras cubriéndose con el velo de la modestia y tratando de proclamarse rey de Thurio; Zenon que aspirá á serlo de Priena; Licurgo dejándose morir de hambre porque los Lacedemonios se atrevieron át

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corregir sus leyes; Anaxágoras que niega á sus huéspedes la restitucion de un depósito; Aristóteles haciendo toda suerte de bajezas para lograr ser preceptor de Alejandro; Platon que vende su libertad á Dionisio el tirano por tener una mesa

suntuosa; y por último, Hipias muerto haciendo traicion á sus conciudadanos, desmerecieron en dichas épocas el renombre de filósofos. [

La filosofía es independiente de los hombres, de los lugares y de las circunstancias: no pertenece á ningun partido ni tiene necesidad de sectarios: sus armas son la belleza de sus principios, la bondad de su moral, y la verdad de que vá siempre acompañada.

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Entreguemos, pues, 'á la férula de Horacio (100) y al desprecio de Ciceron (101) esa turba insensata que trata de envilecer la filosofía profesándola como un oficio. Ocupémonos de las cosas y no de las palabras; de principios, y no del crédito que gozan los que los han enunciado; admitamos lo bueno y rechacemos lo malo, cualquiera que sea su origen. Amicus Plato, amicus Aristoteles, sed magis amica veritas.

Poco importa que sea Apolo ó un mortal cualquiera el que escribió en la isla de

Delos que no hay nada mas hermoso que la justicia, mas útil que la salud, ni mas agradable que la posesion del objeto amado:" que haya salido de la boca de Gart

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neada la maxima de que si seɔ sabía; que un enemigo iba á sentarse sobre la yerba que oculta un aspid, sería un malvado el que, no se lo advirtiese:" que un Persa un Griego ó un Romano haya dichoi á dos hombres " que hagan á su semejante todo el bien que quisieran les hiciesen á ellos mismos"; no se puede menos de reconocer la filosofía por este caracter augusto y su blíme.

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£ 2:2 1800store ob bobiavoom snoit El autor del Espíritu de las leye's coni sagró una verdad cuando dijo: "Abolid en una monarquía los privilegios del clero, de la nobleza y de las ciudades; y tendreis bien pronto un estado popular, ó por mejor decir despotico (192). Tambien sentaba dos principios, cuya falsedad nos han demostrado la historia y la revolucion francesa, cuando decia: " nadie mejor que el pueblo sabe elegir los sujetos á quienes ha de confiar alguna parte de su autoridad: "(103) la propiedad de los estados es el ser, dominados por un déspota" (104). El mismo autor proclamó la máxima mas importante' sosteniendo que no bastaba que plai 42 19 oldfiɔ29 30 19 plompeto in

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hubiese en un estado órdenes intermedios, sino que era necesario un depósito de leyes, el cual no podía existir sino en los cuerpos políticos que las promulgan asi que estan hechas, y las recuerdan cuando se hän olvidado (105). Este depósito debe encontrarse principalmente en el alma de los ciudadanos, y aquella no se hallará en diss posicion de respetarle mientras el legislador po haya organizado la familia y la educa cion de sus individuos.olle ls nomia guproq CoNo se conseguirá ciertamente un objeto tan útil y gloriosol ocupândoseusotol en amontonar á fuerza de trabajo observacio nes sobre observaciones, en comparar códi gos, ó cotejar las inmensas obras de los legisladores antiguos y modernos el único medio de lograrlo es partir desde luego de ideas sencillas, trazar las divisiones segun las reglas que indica el fórden esencial de las cošas,b yo justificar cada una de las pars tes del plan por medio de un analisis comparado de los hechos que salen garantes de la bondad de la institucion que nos propo nemos formar: si no sup,zalamins ac1 cup achu Los códigos no se hacen (como lo observaron muy bien los autores del primer proyecto de Código civit francés)‚‹ sé esrail blecen sí poco a poco y despues de muchos

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de

años de pruebas. Las leyes que son buenas subsisten, y las que son fruto del error, la impericia ó de la tiranía, se destruyen por la mano invisible y vengadora del tiempo.

Marchemos pues en busca de los principios de la legislacion guiados por la experiencia: reunamos todo lo útil que se encuentra en las antiguas leyes nacionales; per suadámonos de que ellas serán ciertamente mejores que las de los romanos y griegos, porque tienen el sello de las costumbres pú blicas, y concluyamos que sin hacer caso de los pueblos ni de los hombres que han descubierto ó hecho aparecer verdades útiles, habremos trazado la teoría exacta de la legislacion, si los principios generales que hemos expuesto se miran confirmados por las disposiciones legislativas consagradas y conservadas por el tiempo.

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Es una verdad eterna, y sin duda la mas importante, que el destino del hombre en el órden esencial de la naturaleza es llegar al goce, fisico y moral de toda la ventura de que es susceptible. Mas favorecido que los animales, que en la impotencia de comunicar sus pensamientos y sus recuerdos tienen un destino fijo y una inteligencia limitada, el hombre por el don precioso de la palabra (106), por la facilidad con que

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