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Desconfiemos, pues, de nosotros mismos y de los demas; librémonos de la presuncion inconsiderada que pretende reducirlo todo á sistemas; guardémonos de esa manía de innovar que llega á mirar como monumentos de locura ó de error todo lo que nos han transmitido nuestros antepasados; abandonemos la rutina, que no es enemigo menos temible, y que en su cobarde torpeza, arrastrando siempre, sobre las mismas huellas, no encuentra el bien sino en las producciones de los siglos pasados.

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ro No basta para formar leyes tener un entendimiento despejado, una imaginacion viva y un conocimiento profundo de alguna de las partes de la administracion púz blica; es necesario tambien saber hacer un todo perfecto de cada una de las divisiones del órden social, reuniendo todas sus relaciones y calculando todos sus resultados.. En vez de consultar á los hombres agitados por las pasiones é las doctrinas frecuentemente vertidas por la prevencion, la ignorancia, ó Ja mala fé,, es preciso examinar la naturaleza y consecuencias de los bechos,meditar profundamente los medios de perfeccion que nos suministran los legisladores de todas las épocas, y saber escogery apropiarse, por medio de un madu

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ro examen, aquello cuya bondad ha com-
probado la experiencia, desechando la idea
de introducir en las leyes el espíritu de
filosofismo que acompaña hoy dia á todas
las ciencias.

En efecto, si es peligroso adoptar có
digos bajo el frívolo pretexto de que perte
necieron y fueron obra de pueblos ilustra-
dos, no lo es menos admitir doctrinas solo
porque han sido difundidas por hombres
célebres. Del mismo modo es menester nơ
dar crédito tan de ligero á esos escritores
que se vanaglorían de filósofos; pues en
todas épocas y paises los hombres que han
querido que se les tenga por tales, no han
sido más que unos charlatanes ó unos in-
sensatos (99). El verdadero filósofo es sen-
cillo y modesto; aspira á este título glo-
rioso, pero no se lo dá él mismo. Sócrates
y Caton jamas tuvieron la vanidad de ape-
llidarse filósofos.ashant sur T

Diógenes (como dice Tertuliano) hollando con sus pies inmundos la vanidad de Platon, con un orgullo de otras espe cie; Pitágoras cubriéndose con el velo de la modestia y tratando de proclamarse rey de Thurio; Zenon que aspira á serlo de Priena; Licurgo dejándose morir de hambre porque los Lacedemonios se atrevieron a

Seneca precours a la pobresa para los peuradora, porque el verdadero rabio tiene sufi miqueta peus cunicuto, in sugo, reia mo de limonero y marfil denneincalentable,

riente

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Napoleon no se mytraj's a sus ambicic fania di hinge: prodo veste pasion:gote ir song to Levine, it inte la Trevonwell Behetoven:

corregir sus leyes; Anaxágoras que niega
á sus huéspedes la restitucion de un depó-
sito; Aristóteles haciendo toda suerte de
bajezas para lograr ser preceptor de Alejan-
dro; Platon que vende su libertad á Dio-
nisio el tirano por tener una mesa mas
suntuosa; y por último, Hipias muerto
haciendo traicion á sus conciudadanos, des-
merecieron en dichas épocas el renombre
de filósofos.

La filosofia es independiente de los
hombres, de los lugares y de las circuns-
tancias: no pertenece á ningun partido ni
tiene necesidad de sectarios: sus armas son
la belleza de sus principios, la bondad de
su moral, y la verdad de que vá siempre
acompañada.

Entreguemos, pues, á la férula de Horacio (100) y al desprecio de Ciceron (101) esa turba insensata que trata de envilecer la filosofía profesándola como un oficio. Ocupémonos de las cosas y no de las palabras; de principios, y no del crédito que gozan los que los han enunciado; admitamos lo bueno y rechacemos lo malo, cualquiera que sea su origen. "Amicus Plato, amicus Aristoteles, sed magis amica veritas.

Poco importa que sea Apolo ó un mortal cualquiera el que escribió en la isla de

dijo

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Delos que no hay nada mas hermoso que la justicia, mas útil que la salud, ni mas agradable que la posesion del objeto amado:" que haya salido de la boca de Carneada la maxima de que si se sabía que un enemigo iba á sentarse sobre la yerba que oculta un aspid, sería un malvado el que, no se lo advirtiese:" qué un Persa un Griego ó un Romano haya dichol á los hombres " que hagan á su semejante todo el bien que quisieran les hiciesen á ellos mismos": no se puede menos de reconocer la filosofía por este caracter augusto y su blíme.

El autor del Espíritu de las leyes consagró una verdad cuando dijo: " Abolid en una monarquía los privilegios del clero, de la nobleza y de las ciudades; y tendreis bien pronto un estado popular, ó por me jor decir despótico" (102). Tambien sentaba dos principios, cuya falsedad nos han demostrado la historia y la revolucion francesa, cuando decia: "nadie mejor que el pueblo sabe elegir los sujetos á quienes ha de confiar alguna parte de su autoridad:"(103) la propiedad de los estados es el ser, dominados por un déspota" (104). El mismo autor proclamó la máxima mas importante sosteniendo que no bastaba que

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hubiese en un estado órdenes intermedios, sino que era necesario un depósito de leyes, el cual no podía existir sino en los cuerpos políticos que las promulgan así que estan hechas, y las recuerdan cuando se han olvidado" (105). Este depósito debe encontrarse principalmente en el alma de los ciudadanos, y aquella no se hallará en disposicion de respetarle mientras el legislador no haya organizado la familia y la educa cion de sus individuos.

No se conseguirá ciertamente un objeto tan útil y glorioso ocupándose solo en amontonar á fuerza de trabajo observaciones sobre observaciones, en comparar códigos, ó cotejar las inmensas obras de los legisladores antiguos y modernos: el único medio de lograrlo es partir desde luego de ideas sencillas, trazar las divisiones segun las reglas que indica el órden esencial de las cosas, y justificar cada una de las partes del plan por medio de un analisis comparado de los hechos que salen garantes de da bondad de la institucion que nos propo¬ nemos formar

Los códigos no se hacen (como lo observaron muy bien los autores del primer proyecto de Código civil francés), sé establecen sí poco a poco y despues de muchos

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