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Las revoluciones pueden sucederse en los estados sin que por eso ellos parezcan. Pero si sobrevienen despues de una guerra exte-i rior, y las sigue una guerra intestina, y si el territorio es invadido por extrangeros despues de esta guerra desastrosa, será muy probable que el imperio sea desmembrado ócdi-1 suelto enteramente; pero de todos modos! se verá reducido á un estado lastimoso de de-i bilidad y penuria. on chopart 2 1⁄2 on 1

En las discordias civiles el genio de la guerra exalta todas las cabezas, el furor agil ta y atormentan á todos los ciudadanos; y ¡ desgraciados elloso si el gobierno, no opone una sábia firmeza á este delirio desenfrenado! ¡Desgraciados, sobre todo, si se entregan á la manía de las conquistas, como los Ninos y los Sesostris!

Los conquistadores (48) no reflexionan que siendo el objeto de todo gobierno hacer felices á los pueblos, cualquier proyecto de engrandecimiento es contrario á dicho obje to, pues pone á los hombres en un estado contínuo de dislocacion y ansiedad. No ven que compran con la sangre de sus compatriotas los tristes laureles con que adornan sus cabezas; y como si los desastres de la guerra no fuesen suficientes para castigar á su pais de la desgracia de haberlos dado el

ser', introducen en él los vicios y las riquezas de las naciones que han sojuzgado; riquezas impuras que vienen á parar á manos de ciertos hombres para desgracia de todos los demash Entonces se hace una revolucion general en las costumbres; no se tiene en consideracion sino al que ostenta imayor fausto; y el miserable salido ayer del fango, se atreve á insultar al talentooyrála virtud.my sz

Pero si Sardanapalo reposa en el seno de la voluptuosidad, los ciudadanos de todas las clases quieren á cualquier precio proporcionarse nuevos goces. Los ministros venden sucrédito,dos magistrados sus resoluciones,¡ y todos los ciudadanos su honor. Si por desgracia en medio de esta desorganizacion general se levantan algunas facciones, el imperio es perdido.

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Tal es la obra de losh conquistadores, y la de los reyes que ignoran que para asegurar la duracion de un estado es necesario que. la virtud y los talentos seaneel único título de los honores y de las necompensas.

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Para que esto no parezca una vana de clamacion, bastará expóner aquí la accion mecánica de la despoblacion originada por la guerra exterior y por el sistema de é6nquistas, poniendo por ejemplo á Egipto, que en tiempo de Sesostris tenia segun los mejores

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eálculos, veinte y siete millones de habi .odonum srcumi suu in

tantes.

Un príncipe dice Montesquieu) que tiene un millón de súbditos, no puede sin arrui narse mantener umpejército que pase de diez mil hombres. El de Sésostris, por consiguien te, no habria debido excéder en tiempo de paz de doscientos setenta mil soldados; by doblando este número para el estado de guer ra, se verá que podia disponer de quinientos euarenta milcombatientes. Estos hole eran suficientes para conquistar la Etiopia, sujetar á los Arabes, recorrer victorioso 'una gran parte del Asia penetrar hasta vek Tanais. Para cubrir una linealitan dilatada se necesitaban por lo menos un millon y doscientos mil soldados, y es creible que Sesostris los emplearia, sinse considera que en aque Na época el arte de atacar las plazas esta→ ba muy poco adelantado, siendo preciso pa ratomarlas por asalto una multitud de hombres.c

aoh No será ciertamente un cálculo exagerado suponer que Sesostris perdió en los com bates que sostuvo por espacio de nueve años las tres cuartas partes de su ejército. He aquí pues novecientos mil hombres de menos; y dunque esta pérdida parezca al pronto nada en una poblacion de veinte y siete millones

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de habitantes, siguiendo la progresion se vè, rá que importa mucho.

Una poblacion de veinte y siete millones de habitantes, producirá por un cálculo muy subido cinco millones y quinientos mil bombres capaces de tomar las armas: rebájese de esta suma un millon y doscientos mil soldados, y dando por supuesto que cada uno de estos hombres robustos destinados a hacer la guerra hubiese dado en el espacio de nueve años dos hijos varones al estado, á los veinte años de su salida para los paises estrangeros, resulta una falta de reproduccion de dos millones y cuatrocientos mil hombres. Agregando novecientos mil muertos, existe un deficit de tres millones y trescientos mil hombres. Suponiendo por otra parte que ha ya sido igual el número de nacidos y muertos, quedarán reducidos los cinco millones y quinientos mil hombres á dos millones y dos cientos mil. Estos dos millones y doscientos mil varones que debian nacer de los un miIlon y doscientos mil hombres arrebatados por la guerra, podrian haber dado á los diez y ocho años un hijo cada uno al estado; resulta pues insensiblemente un nuevo deficit de un millon y doscientos mil hombres, lo que unido á los tres millones y trescientos mil ya citados, compone á los treinta y ocho

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años despues de la invasion de Sesostris una pérdida para la poblacion de cuatro millones y medio, y reduce à un millon de individuos la clase que por su edad y sus fuerzas debe ser llamada á defender la patria.

Esta inmensa despoblacion explica la rapidez con que se ha desmoronado el imperio colosal de Egipto, despues de tantas victorias que parecian deber asegurarle la dominacion del universo.

Á este principio destructor se agrega

otro mas destructor aun. En el movimiento que imprimen las grandes y rápidas convulsiones de la guerra, y los acontecimientos que se agolpan en lugar de irse sucediendo, se vé atacado el órden social, y la juventud, acostumbrándose á no respetar á los hombres, no reconoce ya la autoridad de las leyes, ni tiene otros límites que su voluntad, ni aspira á otra cosa que á satisfacer sus pasiones. La infancia entona el cántico del crímen; Neron ultraja la naturaleza y su siglo casándose públicamente con Pitágoras; las Cleis modernas se prodigan caricias estériles; la licencia une al hijo con su madre y al padre con su hija; se toma por juego el incesto, el divorcio y el adulterio, y todo es confusion, trastorno y desastres en las familias y en el estado.

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